martes, 19 de noviembre de 2013

EL CONFLICTO DE UNA MIRADA


Publicado el 21 de octubre de 2013 en GranadaHoy


El cristal con que se mira es el título de la exposición que el artista granadino, Juan Vida, ha presentado recientemente en Granada. La exposición está formada por más de ochenta obras de pequeño formato que se dividen en diferentes series autónomas, pero que siguiendo el propio proceso de elaboración de las piezas, se yuxtaponen unas con las otras, creando un continuo narrativo que le da coherencia y, fundamentalmente, le otorga una carga simbólica y social de gran calado.



Las obras están realizadas con diversidad de técnicas, en las que el collage, el objeto encontrado e intervenido, la manipulación de objetos industriales y el diseño informático, junto a la impresión ocasional sobre cristal, se dan la mano para crear una serie de imágenes inquietantes y provocativas que se aferran al discurso agrio que destila toda la muestra. Juan Vida es un artista plástico de extensa trayectoria y un experimentado diseñador gráfico que ha tenido y tiene a su cargo, multitud de series editoriales que le han permitido adquirir una destreza fundamental para explicar con pocos elementos entrelazados y, a veces opuestos, toda una amalgama de ideas que visualmente impactan y explicitan el mensaje interno de las publicaciones.

Es a este campo de los trabajos visuales, donde Juan Vida ha acudido para objetivar sus ideas, abandonando por un momento su incontestable carrera pictórica y contar las sensaciones de la sociedad actual, en la que los valores se han visto alterados a una velocidad vertiginosa. Esta exposición nace desde el conflicto de un mundo que creíamos inalterable, con la dolorosa realidad del día a día que se está instalando como rutinaria en nuestras vidas civilizadas y occidentales. Un mundo que creíamos en alza, y que como el propio artista comenta: “Nos parecía que se entregaba en mejores condiciones a las siguientes generaciones teniendo la certeza, en la actualidad, de que se lo entregaremos a nuestros hijos con unos recortes sociales que hace unos años eran inimaginables”.



Por tanto, esta exposición no puede ser una exposición amable, es una muestra que busca la angustia y hace patentes todas aquellas debilidades del ser humano, en soledad y en sociedad. Paradigmática en este aspecto, quizás sea la serie de la pubertad, tanto masculina como femenina, donde los tabúes, la incomunicación y la decrepitud del paso del tiempo, ejercen un control moral sobre el orgullo de la persona en la intimidad, inhabilitándola para con la sociedad al crear barreras invisibles de comunicación.
Este conflicto, mostrado a lo largo de las series, con imágenes abruptas o desagradables, ha hecho que la exposición surgiera con polémica, con cambios de sede y falta de compromiso por parte de la Universidad de Granada, que ha atendido a sus intereses institucionales por encima de esta amarga crítica social, algo en lo que no vamos abundar, pues ya ha quedado ampliamente documentado en la prensa.





El hecho es que hoy se puede disfrutar en la sala de la Biblioteca de Andalucía y tenemos la oportunidad de acercarnos a esta especie de infierno del Jardín de las delicias del Bosco, que supone la consecución de imágenes alteradas en busca de crear sensaciones físicas, algo muy vinculado con Dada y con el Surrealismo: la yuxtaposición de objetos o imágenes que, en principio deben existir separados, provocan la ansiedad, la intranquilidad o la dentera física. Así, cuchillas de afeitar tapando los ojos del artista o bocas ensangrentadas que posteriormente son silenciadas por esparadrapos en cruz, son imágenes que hacen reflexionar sobre cómo se limitan los sentidos del individuo y su capacidad de manifestarlos.




Series como la del desahucio, que se inicia con una espada de naipe asaltando la concha de un caracol, son series de triste actualidad. Pero aún lo es más cuando ese desahucio, ese extrañamiento, obliga al ciudadano al autoexilio alimenticio, a la emigración y el desarraigo, provocando los dramas de las pateras como los recientes de Lampedusa. Pero además, esa circunstancia viene dada por una mala información de la bondad de la tierra de promisión que se transmite a través de la imaginación del cuento que oculta una crueldad infinita como en la serie de Hansel y Gretel. Historias que bien pueden conducir al plácido suicidio de un día de campo dominguero, digno de un anuncio automovilístico, con el que se remata la penúltima serie de esta exposición, bajo la atenta mirada de un renovado Niño de la Bola, en este caso de la wikipedia, mundo puzle, mundo a medio construir o a medio desmontar, mundo inconcluso al fin y al cabo, que se remata con la dramática serie de Ojos que no ven, donde la ilusión de un mundo mejor hace que se realicen arriesgados viajes migratorios que acaban entre rejas o en la muerte, mientras quedamos deslumbrados por nuestra propias miserias civilizadas.



Hay otras constantes en la exposición que explican y, sobre todo, dan cuerpo a las diferentes imágenes: las moscas incombustibles, inoportunas, desagradables; el afeite, la subyugación del menos favorecido, los dientes carcomidos, la pistola asesina que describe la fórmula de la parábola o la utilización de cuadros comerciales de manufacturas chinas, auténticos mundos ficticios que pretenden ser idílicos y no dejan de ser una superficie kitsch sobre la que Juan Vida destila un particular sentido del humor.



Como siempre, el espacio escrito es escaso para poder narrar las imágenes que surgen de la mente de un creador. Pero no quiero cerrar esta visita por la exposición, sin reseñar la serie de los autorretratos del artista y, básicamente, el que sirve de cartel de la muestra: el moderno Guillermo Tell, tocado por las vendas que cubren los errores y coronado por una manzana podrida, imagen del paso inexorable del tiempo, auténtica alegoría barroca. Presidiendo todo ello, la Feminúncula, joven ser híbrido de piedra y muñeca, abandonado en el césped que contempla la vida que le espera.

José Vallejo

jueves, 1 de agosto de 2013

CLAUDIO SÁNCHEZ MUROS Y SU MIRADOR PRIVILEGIADO



Publicado el 16 de julio de 2013 en GranadaHoy


Hace pocas fechas, el 24 de junio concretamente, la Diputación de Granada presentaba el número 60 de su Colección Genil de literatura y la edición, sorprendentemente, aún siendo poética, no está fundamentada en la reproducción del libro Extravagante jerarquía de Antonio Carvajal, ya publicada por Hiperión en 1983, sino en la exquisita obra plástica que ocupa sus páginas. Auténtica poesía visual de alto contenido hermético, salida de la mente y la mano del tristemente fallecido Claudio Sánchez Muros (1936-2010), que complementó el título con sus propias palabras: Un Belvedere y vistas al mar.
 
Portada de la presente edición

Claudio Sánchez Muros era granadino y se formó artísticamente en la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad natal, bajo la docencia de Gabriel Morcillo. Con quince años consiguió el Primer Premio en la Exposición de Noveles del Centro Artístico de 1951, obteniendo posteriormente algunos galardones más de índole local, siendo becado por la Diputación en los años 60. Pero Granada se le hace pequeña y se traslada a Barcelona a estudiar en la acreditada Escuela Massana de arte y diseño, siendo discípulo de Santos Torroella. En Barcelona reside durante unos años, colaborando con diversas editoriales y ejercitándose en las técnicas del grabado. A su vuelta a Granada se convierte en un imprescindible en todos los ámbitos artísticos y culturales de la ciudad, mediante su exquisito trabajo de diseño para la Universidad de Granada, la Fundación Rodríguez Acosta o el Patronato Federico García Lorca de Fuente Vaqueros, entre otros, inundando con su forma de hacer, de gran novedad en Granada, desde las ediciones bibliográficas a la cartelería, pasando por las portadas de discos, alguna incursión escenográfica o la enseñanza de cine en los Salesianos.

Tras esta pequeña, pero obligada visita por su trayectoria vital, solamente nos quedaría reseñar su pasión por Italia, con lo que ello conlleva en el aspecto artístico. Estas visitas impregnaron su vista de conceptos como el decoro o el lujo, exquisito y elegante, que van a quedar plasmados en su producción y especialmente en este magnífico libro que, por otra parte, es como una summa de la obra de su vida. Aquí vamos a encontrar todas las técnicas que él desarrolló a lo largo de su trayectoria: dibujo, collage, pintura, uso del oro y la plata, traspaso de imágenes litográficas, llegando a utilizar la imagen reflejada y la que ha calado a la página siguiente. Descubriremos, en un mundo tan privado como las páginas de un libro, todo su imaginario que acompaña, en un discurso paralelo y propio, la obra de Antonio Carvajal.

Portada interior con la intervención de Claudio Sánchez Muros


Fue precisamente el poeta quien, en los años noventa, le regaló un ejemplar de su publicación y, sobre este ejemplar, Claudio dejó una obra inconclusa de carácter críptico, en la que las obsesiones de corte surrealista, la pasión por el objeto mecánico y su posible humanización, la ironía de las dobles imágenes y sentidos, crean un viaje iniciático, al estilo del Sueño de Polífilo, por el interior de un edificio simbólico, con forma de alta torre rodeada de jardines, que Sánchez Muros ubica en el cabo de una península bañada por tres mares, el Báltico, el Pisano y el Arcaico, e incluso en la página en que comienza el libro Tigres en el jardín, nos obsequia con un detallado plano del edificio en el que se sitúan los principales elementos que a continuación describe.

El viaje comienza en el jardín, con la visita a la silenciosa Esfinge que “no habla pero piensa” o bien “ni piensa ni habla” y a las diferentes especies botánicas del jardín y su fastuosa fuente. Desde ahí, se vislumbra “La Puerta de Entrada” diseñada en la página de Poemas de Valparaíso, desde la que se accede al vestíbulo decorado con un gran tapiz que, a lo largo de cinco páginas, nos lleva hasta el pasillo de los autómatas: “el autómata, protagonista indiscutible de este trabajo y al que nos acerca el autor desde su condición de humanista” según las palabras del artista Ricardo García, encargado del amplio, documentado y fundamental prólogo que, a lo largo de veinticinco páginas, realiza una descripción formal y nos propone una interpretación del caudal visual que Sánchez Muros dejó en este libro. Entre los autómatas está el brillante “Aeróstato-reloj de sol. Asciende los días de lluvia. Marca la hora desde el siglo XVI, sólo cuando lo piden los niños y los ancianos” según reza la inscripción del autor. Esta es la ilustración que ha servido para realizar la portada de la presente edición, con algunas salvedades, como que en la portada se ha situado sobre el poema invertido de Tigres en el Jardín y no sobre el poema XXI de Poemas de Valparaíso, donde realmente fue trazado.

Retrato de un militar, pág. 95

Ángel previo a la Capilla, págs. 132-133



Ex-voto a Santta Vittoria per gracia ricevuta, pág. 171
Reliquias del verano de 1906, pág. 155

Tras los autómatas, comienzan las escaleras del edificio y nos diseña su sección, señalando las plantas a las que accederemos: “La galería de retratos”, “La Capilla” y “El Mirador”. En la galería, siete serán los retratos a visitar y en todos, una fina carga de ironía baña las composiciones. De este modo pone en igual valor a una dama desconocida, a Boabdil adolescente, a un soldado o a Mary Shelley cuyo retrato es doble e “inacabado porque no se está quieta”. Seguimos por la escalera y llegamos a la Capilla, donde entramos con una Jaculatoria, realizada con imágenes sueltas que actúan como un vocabulario con sentido oculto –otra similitud con el Polífilo-. Tras la entonación del rezo, un ángel de plata y oro nos presenta ante la puerta de la capilla, los frescos ruinosos y los altares vacíos, para llegar a los relicarios y exvotos, entre los que destaca el de Santa Vittoria, magnífico ejemplo de la técnica del artista. Termina la visita con un mordaz relicario para náufragos, conformado por un ostensorio con forma de rosa de los vientos.

Desde la capilla se accede a la caja del reloj de la torre y, desde allí, al mirador que, formado por cuatro ventanas, señaladas de puño y letra por el autor, es precisamente la parte inconclusa ¿o no? del Belvedere. Tras nuestra ascensión, al final solo intuimos las vistas al mar por la situación geográfica del edificio y por la segunda parte del título de la obra, pero ¿estaremos ante una negación como la de la Esfinge al comienzo del libro? Ahí, deberemos jugar con nuestra propia imaginación que ha sido guiada a lo largo de las páginas anteriores por el universo visual y conceptual de Claudio Sánchez Muros. Aún, nos dejará el artista subir al tejado, a través de una quebrada escalera y una nueva oración. Allí, en el tejado, “Gaspar decide quedarse como veleta del Belvedere”. ¿Será ese nuestro destino, ser atentos vigías de lo que los vientos nos traiga?

En definitiva, un libro excepcional, con unas ilustraciones muy cuidadas que cualquier amante de la poesía, del arte o de las ediciones bibliográficas, debe tener y disfrutar. Un magnífico homenaje del departamento de publicaciones de la Diputación a un artista que, por su propio carácter modesto, no brilló socialmente, pero sí con su obra. Un Libro de Artista, con mayúsculas, que nos lleva a nuevas preguntas como: ¿Es este el único libro que intervino Claudio Sánchez Muros?

Oración para antes de subir al tejado. Primera página de índices.

jueves, 4 de julio de 2013

LAS METAMORFOSIS DE ALEJANDRO GORAFE

Publicado en GranadaHoy el 24 de junio de 2013

Frontispicio de la exposición de Alejandro gorafe en Santa Fe. Al fondo las piezas Derviche y Tapiz.

 

El pasado 13 de junio se inauguró, en la sala de exposiciones del Instituto de América de Santa Fe, la exposición De la ironía sugerida a la  invención visible del artista granadino Alejandro Gorafe; una muestra que se compone de una treintena de piezas escogidas, a lo largo de su carrera artística. Pero antes de empezar a comentar la exposición, se hace necesaria una pequeña reflexión sobre la sala santafesina. El Instituto de América, Centro Damián Bayón, es una institución dependiente del Ayuntamiento de Santa Fe que tiene más de veinte años de existencia -fue creado en 1992- y a lo largo de esta madura vida, ha sido el recipiente de un alto número de exposiciones que lo han convertido en un espacio de referencia para el aficionado y el profesional del arte, no solo para Granada, sino que podríamos extender su influencia al nivel autonómico. Por sus muros han pasado artistas internacionales de la talla de Julian Schnabel, Tony Ousler, Keith Haring o James Lee Byars; artistas nacionales como Jordi Teixidor, Soledad Sevilla, Julio Juste, Frederic Amat o Gerardo Delgado. Así como, exposiciones de colecciones como Double Trouble de Tom Pachet o la colectiva de arte iberoamericano El final del eclipse. Además, como es lógico, la sala también ha sido sede de numerosas exposiciones de artistas locales, tanto jóvenes como ya consagrados, y este es el caso de la muestra de Alejandro Gorafe que hoy nos ocupa.

Un momento de la inauguración, de izquierda a derecha: Alejandro Gorafe, artista; Concha Hermano, comisaria y Juan Antonio Jiménez villafranca, director del Instituto de América de Santa Fe

Alejandro Gorafe es un artista con una amplia experiencia plástica que suele trabajar series de piezas que mantengan un hilo conductor que, en su caso, puede ser temático o relativo a las materias trabajadas, para realizar sus particulares construcciones formales que le servirán para otorgar el discurso conceptual escogido en cada momento. En la presente muestra, Gorafe nos propone un paseo individualizado por las tres salas principales del Centro Damián Bayón. Así, en la primera sala nos muestra una selección de obras anteriores, entre las que destacan las tempranas Óp-art I y II de 1984, obras pictóricas que ya apuntan la ironía que se irá desarrollando su obra posterior. En esta sala se concentran una serie de piezas que son paradigmáticas de la forma de hacer del artista: la recuperación de elementos de desecho, tales como muelles que sirven para hacer complicadas tramas geométricas como en Juegos de artificio (2008), molduras de madera que configuran una dorada Pagoda (2008) o el interior de antiguos transformadores, con los que crea una serie de piezas escultóricas, casi autobiográficas, que definen la forma de trabajo del autor a través de su título: Las transformaciones de Gorafe (1994). Esa transformación del material, esa descontextualización surrealista, sirve para crear nuevas imágenes metafóricas de implícita poética visual, como ocurre con el Hombre máquina (2010): un maniquí anclado a una maquinaria que se activa cada tanto, pero que no provoca el movimiento del hombre, prácticamente una declaración de intenciones.

Juegos de artificios y Pagoda

El hombre máquina y Óp Art
La mirada más mona y El bosque acaramelado

Mírame no te cortes




































































La tercera sala tiene por protagonista la utilización de los elementos pop de las marcas de refrescos, como la Coca-Cola -Danza de la Coca-Cola (2001)- destacando la pieza del Derviche (2013), construido con un maniquí y una sombrilla esponsorizada, o el homenaje que realiza Gorafe a los tejidos tradicionales en Tapiz o Jarapa (2010) confeccionados con centenares de chapas de bebidas, manipuladas, engarzadas y acopladas, de tal manera que consigue la visualidad de las artesanías tradicionales como en la Silla Pepsi (2010) o efectos ópticos de manipulación geométrica con Cubo en dos dimensiones (2010), algo que va siempre unido a la obra de Alejandro Gorafe, pues en su obra se rastrea una preocupación por la geometría y la matemática, a través de sus formas y representación. Así, las seriaciones de centenares de piezas iguales que transforman su realidad, para crear otra realidad visible, nos hace pensar en los fractales y sus infinitas posibilidades formales.

Derviche, Jarapa y Publicidad solapada

Silla Pepsi

La danza de la Coca Cola

Detalle constructivo de una de las obras

Cubo en dos dimensiones


















































































Entre las salas anteriores nos encontramos la sala central de la exposición. En ella se han recogido seis piezas realizadas para esta exposición y su título, Ti tiritañas (2012-13), ya tiene unas connotaciones especiales: por una parte la palabra, ligeramente modificada, de profunda raigambre granadina, que Manuel Rivera utilizó en los años setenta para una de sus series de telas metálicas y, por otra, el material utilizado por Gorafe para estas aéreas esculturas: la propia tela metálica, recortada, eliminando la materia que la compone, hasta dejarla en la mínima estructura que la sostiene, para a continuación plegarla como si de un trabajo papirofléxico se tratara, con la que crear unas piezas que guardan su trama geométrica interna, aunque alterada, hasta el punto de no ser fácilmente identificable su ser inicial. Un precioso homenaje de un artista granadino, a otro desgraciadamente desaparecido.

Ti tiritaña, al fondo la sala 1

Ti tiritaña, al fondo La cabeza a Pájaros

Ti tiritaña
Aún podríamos hablar de más piezas de gran sutileza que se exponen en esta magnífica exposición, como La mirada más mona (2005), reproducción de la Mona Lisa davinciana, a la que, en vez de añadirle unos bigotes para desacralizara, como hicieron los surrealistas, Gorafe le añade unas gafas de muestrario comercial, ensalzando sus ojos, frente a su arquetípica sonrisa. Otra pieza destacable es La cristalización de los deseos, colección de vilanos –bulanicos en granadino- conservados en cubos de metacrilato y que portan los deseos de aquellos que los recogieron. Poética exquisita para una sala como la del Instituto de América de Santa Fe, imprescindible en el panorama artístico de Granada y de Andalucía. Una exposición que no debe dejarse escapar, pues la obra de Alejandro Gorafe bien que lo merece.

Reflejos

La Cristalización de los deseos


miércoles, 26 de junio de 2013

EL ENTUSIASMO DE UNA COLECCIÓN

Publicado en GranadaHoy el 29 de abril de 2013

Grupo de visita a la exposición "De cuando el entusiasmo" obras de Teixidor, Uslé, Soledad Sevilla y Gordillo.
Foto: Jesús García Latorre.


“De cuando el entusiasmo” es una magnífica oportunidad de volver a ver parte de la colección de arte contemporáneo de la Diputación Provincial de Granada. En esta ocasión se ha realizado una selección de artistas y, sobre todo, de obras creadas a partir  de los años ochenta, periodo que se dio en llamarle la Generación del Entusiasmo, en un admirable término que acuñó el filósofo Simón Marchán para denominar a la pléyade de jóvenes artistas que en esos momentos estaban en lo más alto de su producción y que pudieron vivir el final de la transición política democrática, con la alternancia de poder producida en 1982. Es decir, el entusiasmo por ver cerrarse un ciclo y la esperanza de un futuro mejor, algo que es común denominador a casi toda la obra expuesta en esta estupenda exposición.

 El navegante interior (Pérez Villalta).
Foto: Jesús García Latorre.

La colección de Arte Contemporáneo de la Diputación Provincial de Granada tiene su origen en una decisión tomada también en los años ochenta, concretamente en 1988, fecha en la que se nombró una comisión encargada de ir formándola y que siempre lo hizo con la referencia en el horizonte de que se trataba de una colección pública, por lo que el criterio seguido para la selección debía ser un equilibrio perfecto entre calidad y coste. Tanto es así, que una buena parte de esta obra fue finalmente donada por los propios autores y otras muchas fueron adquiridas a muy bajo precio por el hecho de ser obras que venían a Granada y, concretamente, a una colección que se iniciaba y a la que se le dio por nombre GRANADA DE FONDO que es como se conoció esta colección, hasta hace poco que ha sido encajada como una parte de las colecciones de la Diputación.

La Brecha III de José Guerrero.
Foto: Inma Puertas 

La presente exposición se compone de una treintena larga de obras en las que el alma de la Granada de fondo palpita en gran parte de sus cuadros, pues de uno u otro modo existe la vinculación con la ciudad. Así, La Brecha III de José Guerrero hace referencia al paraje de Viznar donde fue asesinado Lorca; la obra de Soledad Sevilla, Legado que hace leves los montes, es una magnífica abstracción geométrica del Palacio de los Leones; La pregunta de la respuesta, de Luis Gordillo, nos evoca el lema de la Casa de los Tiros, “El Corazón manda”; o Granada nocturna de Hermández Pijuan, compuesta por una retícula romboidal imbuida por los zócalos cerámicos de la Alhambra. Otras grandes obras y autores desfilan por esta muestra, entre los que destacan Frederic Amat, Curro González, con una curiosa obra cargada de orientalismo, Ferrán García Sevilla, Eduardo Arroyo con el Suicidio de Ganivet, Jordi Teixidor, Juan Uslé o Miguel Ángel Campano, presente con dos obras de clara inspiración en La Brecha de Guerrero. Entre los granadinos, destacan las obras de Miguel Rodríguez Acosta, de Juan Vida, del artista cubano afincado en Granada, Vicente Brito y la presencia de Julio Juste, con una obra de grandes dimensiones, rotunda y soberbia, Imperial Court, alusiva al corazón de la Granada Imperial a través del Palacio de Carlos V. En pequeño formato y sobre papel, desfilan los nombres de Alfonso Medina, Santiago Ayán, Claudio Sánchez Muros, Valentín Albardíaz –recientemente fallecido-, José Manuel Lorente o Alejandro Gorafe, Pablo Sycet y Pedro Garciarias.

La pregunta de la respuesta de Luis Gordillo


Suicidio de Ganivet 29-XI-1898 de Eduardo Arroyo
Foto: Inma Puertas



Granada nocturna de Joan Hernández Pijuan
Foto: Inma Puertas

Legado que hace leve a los montes de Soledad Sevilla
Foto: Inma Puertas

Ingenio de San Juan de Juan Vida. 
Foto: Jesús García Latorre.

Imperial Court de Julio Juste
Foto: Inma Puertas

Para rematar este rápido paseo por la exposición he dejado dos obras singulares: Gabinete fantástico de Perejaume en el que se enfrentan dos fotografías de dos cuadros que aparentemente tienen el mismo paisaje granadino, una es de Fortuny y se titula así, paisaje granadino, mientras la otra es de Manet y en su título refleja un paisaje francés: Oloron-Sainte Marie, un enigma sin respuesta que se encierra en un moderno marco conceptual. La otra obra es El agua oculta o El navegante interior de Guillermo Pérez Villalta, lienzo que refleja de modo tan vital la importancia del agua granadina a través de sus aljibes, de sus cármenes y de su capacidad contemplativa, que llegó a servir de fuente de inspiración a Campo Baeza, cuando proyectó el edificio del Cubo de Caja Granada.

El agua oculta o El navegante interior de Guillermo Pérez Villalta
Foto: Inma Puertas 

En definitiva, una exposición imprescindible de una colección imprescindible que gracias a un trabajo ininterrumpido de treinta años, nos puede brindar hoy esta muestra, a la que solo nos queda pedirle que en próximas ediciones reaparezcan las instalaciones como La Furia de los Santos de Francesc Torres, basado en los mártires de la Cartuja o la poética En Granada la que recita poesía es ella de Soledad Sevilla. Esperemos que la colección de arte contemporáneo de la Diputación Provincial de Granada no se de por cerrada y que nuevas obras como Noches de Gerardo Delgado o los Generalifes de Carmen Laffón puedan ser ampliaciones lógicas de la misma, junto a la vibrante frescura de artistas jóvenes que siguen surgiendo en Granada.


Selección de obra gráfica y de pequeño formato: Alfonso Medina, Santiago Ayán, Claudio Sánchez Muros, Valentín Albardíaz –recientemente fallecido-, José Manuel Lorente, Julio Juste, Alejandro Gorafe, Pablo Sycet y Pedro Garciarias.
Foto: Inma Puertas